Y al cerrar los ojos, el silencio se fue haciendo más profundo
más endiabladamente perceptible. Ahora lo siento en mis huesos
se ha apoderado de mi cuerpo, el silencio grita con toda su fuerza
y me aplasta.
Me es imposible moverme, no imaginaba que el enemigo
más poderoso que hubiera tenido nunca, fuera el silencio.
Cuanta pesadumbre repentinamente por dejarme subyugar
por sus espacios profundos.
Donde el eco de mis pasos se pierde, donde mi voz se torna
frágil, se vuelve de cristal y se rompe. Los fragmentos
no producen ruido, se esfuman como cenizas al viento.
Y yo, me quedo parado, no hay viñetas en el medio del camino,
no hay una maldita señal que me oriente, que me diga
continua, el camino que elegiste es el indicado.
Aun no me he perdido del todo, por momentos, se acercan a mí
los fantasmones neblinosos de un no tan lejano pasado.
Puedo ver como sus bocas se distorsionan en muecas grotescas
que quisieran ser un grito. Pero de ellas solo brota el silencio.
¿Acaso soy yo? Mis oídos dejaron de escuchar las voces
que alguna vez me fueron tan amadas.
No he escuchado aún voces nuevas que broten
en el medio del camino como manantiales de agua nueva.
Sigo sordo, no hay gorjeos que me enseñen una nueva primavera
ni aleteos que me hagan levantar la vista.
El silencio se ha hecho huésped en mi corazón
no encuentro sonido ni en mis propias palabras
Se extiende como un cáncer, cubre todo mi cuerpo y lo deja estático.
Hoy me quedaré aquí, en el cruce de los caminos
que llevan a ninguna parte, me quedaré hecho de piedra
hasta que encuentre nuevamente el sonido que rompa el silencio.
Gracias por ésta hermosa forma de remontarnos a nuestra niñez, a la época en que todo era para nosotros sencillo y fácil porque entonces si existía un súper héroe que siempre nos rescataba de toda adversidad, nuestra madre.